Combatir el sentimiento de soledad

soledad

Sentirse solo no es algo tan extraño, de hecho, según una encuesta señalada por the guardian, ha encontrado que el 83% de los jóvenes de 18 a 34 años de edad han experimentado el dolor y la intranquilidad de estar solos.

La soledad es difícil de manejar debido a que las personas somos seres sociales, necesitamos estar cerca uso de otros y nuestros mejores momentos vienen de la mano de las relaciones con los demás. La red social es importante en tanto que supone un gran soporte incluso en los peores momentos: desde la psicología y la salud, siempre se ha hecho hincapié en la red de apoyo social y su fuerte impacto sobre la salud de quienes están enfermos, que pueden curarse con más rapidez y tener una mejor calidad de vida.

Es llamativo que este sentimiento amanece en cualquier momento de la vida, y aunque estamos más acostumbrados a percibirlo en las personas mayores, dado que son quienes pierden más vínculos cercanos y actividades con el paso del tiempo y en los que solemos centrar la atención cuando hablamos del tema, de un tiempo a esta parte es fácil percibirlo en personas jóvenes. Como señala el artículo del The guardian, no es tan difícil sentirse sólo a los 20 o 30 años, ya que uno puede sentarse en una oficina de 50 personas, y estar sin embargo pendiente del correo o la mensajería instantánea, en lugar de estar atentos a lo que ocurre con los compañeros de trabajo ( por muy aburrido que pudiese ser la conversación) siendo realmente difícil sentirse parte del grupo, o aún puede complicarse más, cuando comemos delante del ordenador viendo las redes sociales en lugar de charlar alrededor de una mesa. Sigue señalando este medio algunos ejemplos en los que podemos preguntarnos ¿Es tan sorprendente que el 28% de las personas menores de 35 deseen tener más amigos?

Claro que sentirse solo no es lo mismo que estar solos; es decir, que en  el  primer caso se trata de un malestar personal y emocional por sentirse incomprendido o rechazado, mientras que en el segundo caso se trata de la ausencia voluntaria de compañía. Estar solo no tiene porque ser negativo. De hecho la soledad ayuda a meditar, reflexionar, valorar nuestros momentos, recordar, planificar, etc.

La soledad como sentimiento no elegido, sin embargo es un problema grave ya que no querer estar solo y no saber evitarlo genera un conflicto de carácter psicológico, ya que está vinculado a sentimientos negativos como tristeza, apatía, anhedonia, desvalorización de uno mismo, etc… En estos casos las personas tratan de hacer diferentes cosas, como por ejemplo por un lado, pueden retraerse cada vez más y ampliar las dificultades, o en la línea opuesta intentar compensar este sentimiento intentando ampliar nuestros lazos a “muchos amigos” (o agregar en las redes sociales de internet a muchas personas), sin embargo estas respuestas no son una solución al sentimiento de soledad. Muchas veces este ansia de encontrar amigos, facilitan el contacto con amistades superficiales y compromisos que no apetecen y que aumentan la percepción de no encajar.

Es positivo sin embargo hacer actividades placenteras, que es diferente de hacer actividades por el hecho de hacer amigos, ya que el disfrute de la actividad en sí, independientemente de quién sea quien nos acompañe, hace que aumente la satisfacción y también la posibilidad de conocer personas con nuestros mismos gustos con quien será más sencillo conectar.

Superar el sentimiento de soledad, no es fácil porque tiene que ver mucho con nosotros mismos, con nuestra visión de quienes somos, con nuestra percepción del mundo que nos rodea, de nuestras expectativas. No obstante hacerle frente una vez le hemos identificado puede costar menos si sabemos cómo hacerlo. Cuando nos sentimos solos, podemos aprovechar a poner en marcha algunos mecanismos, como por ejemplo:

  • Asumir que todo cambio necesita de tiempo, no tengamos prisa porque todo “marche bien” ya que el deseo de que ocurra algo espontáneo no facilita las cosas.
  • Piensa en ti, en cómo eres y como quieres ser, en si hay algo que aún no has descubierto, por ejemplo, el negarte satisfacciones debido a esquemas rígidos, el tener largas listas de pensamientos “debería” o “deberían”, en nuestros esquemas mentales, etc… Debes darte un tiempo prudente para conocerte y observar qué vas a cambiar.
  • En ocasiones nuestra sensación puede venir ligado a recuerdos, a nostalgia. Quizás una etapa de la vida en que se disfrutaba, pero debemos comprender y aceptar que en la vida se establecen etapas y hay que adaptarse y esperar con ilusión lo nuevo, sea lo que sea. Tenemos que levantar la vista y mirar hacia adelante, hacia el futuro y construir en pro de ello.
  • Todos estamos solos la mayor parte de nuestras vidas, el contacto social con otras personas es casi en cada momento realmente fortuito, debemos de aprender a estar solos, sin sentirnos solos. A disfrutar de nosotros mismos, porque es con quienes realmente pasaremos nuestra vida.
  • Cambia de perspectiva. Puede que ese sentimiento de soledad sea una oportunidad de reflexionar, de pensar. Distanciarte mentalmente de todo aquello que supuestamente debe de ser y no es y obsérvate, piensa en tus verdaderos motivos y propósitos. Proponte metas para ti, sin contar con los demás, céntrate en lo que te gusta en lo que quieres en tu vida. Cuando cambiamos esta ideam cuando visualizamos a donde queremos llegar, cambian los resultados, casi automáticamente, en nuestras relaciones.

No dejes que nuestros pensamientos y sentimientos nos bloqueen, detente, piensa y actúa.

Referencia:

http://www.theguardian.com/commentisfree/2015/apr/20/modern-guide-how-to-be-lonely?CMP=fb_gu

Teresa Gallego Álvarez
Doctora en psicología
Gabinete de psicología y salud. CUÁNTICA
C/ Vargas 55A 3º
Santander (Cantabria)

El diálogo interno: la voz que filtra la realidad

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Constantemente dialogamos con nosotros mismos y no lo hacemos exactamente igual que cuando conversamos con los demás. Nuestro diálogo interior, no suele ser racional, si no que es espontáneo, surge de forma automática, con imágenes breves y pocas palabras. Muchas veces se expresa en términos tajantes, basados en expresiones como “debería de”, “habría que”, “tendría que” que nos hacen ver la realidad de una forma poco flexible con nosotros mismos.

Los pensamientos reflejan muchas veces estereotipos, ideas condicionadas y prejuicios y una serie de sugestiones que penetran en nosotros sin ser conscientes y que dirigen nuestra conducta. Numerosos autores señalan que el lenguaje es el medio más importante para moldear y estructurar la realidad que percibimos. Ésta está determinada por la forma en que nos hablamos. Al poner los hechos en palabras y emociones logramos darle un sentido, procesarlo y en muchas ocasiones, poner distancia, darle una perspectiva diferente al escucharnos contar la historia.

Cuando atendemos a nuestros pensamientos, es más sencillo que nos demos cuenta de las cosas que nos decimos, podemos observar las distorsiones que generamos y modificarlas. Podemos comprobar por ejemplo, que no somos tan objetivos, si no que estamos valorando una situación desde un prisma concreto: magnificamos las situaciones, nos fijamos “solo en lo malo”, etiquetamos a las personas o las situaciones y actuamos basándonos en esa etiqueta, etc.

De acuerdo con Beck (1979) y Ellis (1971) los dos grandes teóricos de la terapia cognitiva, existen algunos pensamientos que se consideran deformados, que nos hacen ver la realidad distorsionada y que nos generan emociones negativas, por ejemplo, considerar que hemos hecho algo a alguien tan sólo por que no nos devuelva un saludo. Sin embargo, hay otras posibilidades que respondan a una explicación lógica de lo ocurrido.

Si queremos aprender a cambiar este diálogo, podemos poner en práctica una serie de ejercicios que pueden ayudarnos a reconocer nuestros patrones y hábitos

1- Reconocer mediante tomar notas de nuestro habla interior.

Escoge un día tranquilo y lo más desocupado posible. Toma un cuaderno y un bolígrafo para poder realizar anotaciones en cualquier momento del día.

Establece algunos momentos a lo largo del día, en los que dejes aquello que estabas realizando y dedícate a anotar la auto-conversación que mantienes. Que pensamientos te vienen a la cabeza, que te dices, etc.

2.- Sobre tu autoconcepto

Cuando vayas a dormir, imagínate en un escenario delante de varias personas que no te conocen: ¿Cómo te ves a ti mismo? Relájate y escucha captar con serenidad qué mensajes escuchas sobre ti. Toma nota también de lo que escuchas sobre ti, sobre tu imagen, sobre tu comportamiento, las opiniones de esos desconocidos imaginados.

3- Revisión de los pensamientos

Revisa los escritos realizados y fíjate: ¿existe algún punto en común o hilo conductor que coincida en ambos textos? ¿hay algún patrón de pensamiento que se repita?.

4.- El tono de tu lenguaje

valora cómo es tu pensamiento, ¿tiendes a ser optimista? ¿valoras tus cualidades? O, por el contrario, ¿eres muy estricto ¿valoras las cosas de forma negativa? Analiza si eres realista o si crees que quizás tiendes a exagerar, ya sea en un sentido o en el otro.

5.- Intenta modificar el tono con que te hablas

Escoge algunos de los pensamientos que más se repiten y te molesten y cámbialos conscientemente hacia otros más objetivos. Escríbelos al lado de los antiguos e intenta, en las situaciones en las que amanecen los viejos pensamientos, repetirte la versión objetiva del mismo, razonando porqué es más real. Verás el cambio.

El objetivo de estos ejercicios es que conozcas qué clase de diálogo interno mantienes a cada momento y puedas trabajar sobre aquellos mensajes que pueden resultar perjudiciales ya que una vez podamos detectar los pensamientos y modificarlos, con paciencia y constancia, podemos avanzar hacia una transformación interna, que provoca grandes cambios. No es sencillo, pero…¿y si pruebas?

Teresa Gallego Álvarez
Doctora en psicología
Gabinete de psicología y salud. CUÁNTICA
C/ Vargas 55A 3º
Santander (Cantabria)

La navidad, una época para las buenas emociones

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La navidad ha sido, a lo largo del tiempo, una época en la que las emociones positivas salen a la luz, a través de deseos e ilusiones. Enviar cartas a quienes se encuentra lejos, preparar los regalos y establecer el ambiente de magia para los más pequeños, reunir seres queridos con la idea de pasar unos momentos buenos y divertidos, las fiestas se transforman en un momento cargado de emociones y sentimientos que nos traen recuerdos, cariño, reencuentros, sorpresas, alegría, aunque también tristeza en algunas ocasiones, pero sobretodo es una época especial en la que las emociones están a flor de piel.

La navidad es también un momento estupendo para mirar atrás y ver todo aquello que hemos logrado, cómo hemos madurado en el último año, que cosas hemos hecho, como hemos avanzado… es un momento también para plantearnos un cambio de ritmo o de rumbo en nuestras vidas. Es el momento de pensar en hacer algo diferente, en plantearnos el siguiente año con más optimismo, con más motivación para hacer aquello que nos gusta o lo que hemos querido hacer y nunca tenemos tiempo. Es el tiempo perfecto para atender a aquello que nos guíe hacia las metas de quiénes queremos ser. Es una oportunidad para empezar a controlar o detener nuestras emociones negativas: nuestros miedos, nuestros rencores, nuestra angustia, nuestras preocupaciones, ahora podemos empezar a ser de verdad, el dueño de nuestra vida, porque esto sólo depende de nosotros y de nuestra gestión emocional.

Nuestras emociones dependen en gran medida de nosotros mismos, y por ello, es algo que está bajo nuestro control, podemos cambiar las emociones, podemos variar la forma en que interpretamos las cosas y gracias a esto conseguir mayor bienestar. Muchas veces la realidad no es más realidad que la que nosotros generamos con nuestra forma de pensar y por ello, es momento de ajustar nuestras «gafas» con las que vemos el mundo, hacia una realidad más satisfactoria.

El pensamiento es por lo tanto piedara angular  en el control emocional, por ello debemos de hacer que juegue a nuestro favor y que nos facilite ser felices. Desechemos los pensamientos centrados en los aspectos negativos, los «no puedo», los «debería», el pensamiento que siempre nos dice que algo va a salir mal, o aquel que facilita que nos angustiemos sin motivo real. Usemos la Navidad para iniciar el cambio y que, cuando las emociones negativas amanezcan, nos sirvan como guía de qué cosas tenemos que cambiar.

Las fiestas nos ayudan a observar que asuntos tenemos aún sin resolver, conocer cómo están las personas a las que queremos, pensar porque ocurren determinadas cosas y empezar a reaccionar de forma diferente para generar un cambio positivo: ¿porqué no hacemos este año algo diferente? ¿porqué no nos adelantamos a aquella cosa que suele generar conflicto y provocamos que no ocurra o que ocurra de forma distinta? ¿porqué no aprovechamos a quienes tenemos al lado y les transmitimos lo que les valoramos y queremos?

Por último ¿porqué no empezamos desde esta navidad a cambiar nuestro pensamiento de modo más positivo y resolutivo? ¿porqué no aprovechar la navidad para escuchar a nuestras emociones y plantearnos un objetivo para el siguiente año: acercarnos a lo que nos hace felices y alejarnos de aquello que nos lo impide?

Eschucha tus emociones durante las fiestas y observa qué te hace feliz, que cosas has conseguido, cuáles han sido tus logros y que cualidades posees que te ayudan en la vida.

También qué sentimientos son los que te angustian, las que no te dejan avanzar. Apunta en un papel aquellas emociones que quieras cambiar y pregúntate como lo harás y cómo te sentiras cuando lo hayas logrado. Quema las emociones negativas y piensa «este año empiezo a ser quien quiero ser».

Teresa Gallego Álvarez
Doctora en psicología
Gabinete de psicología y salud. CUÁNTICA
C/ Vargas 55A 3º
Santander (Cantabria)
 

La adolescencia: un desafío a superar

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La transición a la edad adulta no es una transformación brusca de un organismo o un estatus que aparezca de la noche a la mañana sino un periodo continuo donde el niño poco a poco, se va convirtiendo en el adulto que será. Esto conlleva la necesidad de ver la adolescencia como un reto y no como un conflicto.

Muchas veces, los padres ven a los adolescentes tempranos como un niño que en vez de crecer, ha perdido madurez respecto a la etapa anterior: antes era más obediente, respetaba más a sus padres, era más aplicado y atento, etc. pero esto es algo que viene incluido en la necesidad de crecer, porque el nuevo joven está “intentando hacerse mayor” y no sabe aún cómo hacerlo. Por eso responde con frecuencia a sus padres, para hacerse valer; o es menos interesado en las actividades que antes porque ahora puede elegir sus propias motivaciones; y exige tomar distancia de la familia y desobedece, porque puede reconsiderar la validez de las reglas establecidas.

El adolescente busca el éxito a corto plazo, porque necesita reafirmar su autoestima, y esto se traduce en impaciencia, intentando encontrar soluciones absolutas y rápidas a las cuestiones que se le presentan.

A partir de los 12 años, comienza su periodo autónomo, lo que será el núcleo de la madurez personal. A lo largo de este periodo el chico comete errores e incurre en defectos, pero este es el riesgo inevitable de la libertad.

A medida que se hace mayor, el adolescente irá descubriendo quién es él y podrá revisar su identidad. Podrá plantearse preguntas sobre los objetivos que quiere lograr en la vida, quién quiere ser, cuál es su orientación sexual, sus valores, sus principios, cóm quiere que lo vean los demás, etc. Son muchas oportunidades obligadas de crecimietno al que hacer frente en tan corto periodo de tiempo.

El hijo adolescente necesita saber que la libertad no significa saltarse las normas y las reglas, sino la capacidad de adquirir nuevas responsabilidades, de hacer lo que no gusta, de asumir las consecuencias de las decisiones propias. La libertad conlleva más responsabilidad.

¿Qué podemos hacer para trabajar con los adolescentes?

  • Fomentarles el crecimiento y las ganas de ser independientes, evitando ser cómplices de aquellos hijos que ven la casa paterna como un refugio permanente, fomentándoles el esfuerzo por conseguir lo que quieren, el ahorro, la responsabilidad y aceptación y animándoles a crear su propia identidad.
  • Haciéndoles partícipes de determinados “deberes” en el hogar, así como de las normas y de las reglas.
  • Favorecer que se impliquen en organizaciones y voluntariados, en actividades culturales o deportes que les ayude a encontrar sus propios gustos y ayudarles a que se abran a los demás.
  • Ayudarle a que sea más realista: buscando información relacionada con alguno de sus intereses, que hable con profesionales de cara a su futuro, que pruebe en vacaciones hobbies o profesiones a las que pueda acceder de forma voluntaria o mediante prácticas, que investigue para sacar sus conslusiones.
  • Ayudarle a cambiar su forma de pensar si no es realista («nunca»,»siempre»,»cada», «blanco o negro», «etc.), hacia unos patrones más adaptativos que le ayuden a pensar de forma objetiva.
  • Fomentar en los hijos la actitud de no precipitarse en la toma de decisiones relacionadas con el futuro, que se tomen su tiempo para experimentar nuevos roles, que piensen las alternativas y cómo se pueden solucionar los problemas de forma más creativa si hasta ahora no ha dado resultado lo planteado.
  • Entender la adolescencia como un reto, no como una amenaza contra la que hay que luchar y que un día “pasará”. Hay que ayudar en oportunidades al desarrollo de la identidad y la valía personal. Necesitan ir adaptándose al nuevo contexto con apoyo pero también con independencia y esta ambivalencia muchas veces genera problemas ¿hasta dónde poner los límites? ¿qué está permitido y que no?
  • Aceptar al hijo como es. Muchas veces este hijo no va a cumplir nuestras expectativas y de esto debemos de ser conscientes para poder aceptarle tal cual es. Mantener un hogar cálido y de confianza, comprensión y aprecio, donde tenga oportunidades de sentirse valorado.
Teresa Gallego Álvarez
Doctora en psicología
Gabinete de psicología y salud. CUÁNTICA
C/ Vargas 55A 3º
Santander (Cantabria)
 
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